Esta semana en Sueños de libertad, Jaime nota cómo la cercanía entre Luz y Luis crece día a día, lo que lo impulsa a tomar una decisión trascendental. Al mismo tiempo, Damián, consumido por los celos ante la atención que Digna y Julia le brindan a Isidro, se esfuerza por recuperar ese afecto perdido. Mientras tanto, María, sumida en la confusión causada por sus constantes viajes a Madrid, sospecha que Gema ha retomado su relación con Ernesto. Luz, por su parte, sorprende a Begoña robando pastillas del dispensario, y aunque Begoña jura no reincidir, Jesús ya tiene un plan sombrío para silenciarla.

Entretanto, las chicas, decididas a liberar a Tasio del calabozo, intentan desesperadamente reunir el dinero necesario. ¿Lograrán hacerlo a tiempo? Jesús empieza a drogar a Begoña, manipulándola hasta hacerle creer que su sueño de pasar una temporada en Londres es posible. En medio de la confusión, Begoña revela a Luz sus planes de fuga, pero los efectos secundarios de la droga hacen que Luz piense que Begoña sigue automedicándose.

Tasio, una vez libre, enfrenta los problemas que lo llevaron a prisión. Mientras tanto, Peralta avanza en las negociaciones y cita a los Merino, obligando a Joaquín y Gema a regresar a Madrid para cerrar el trato con el empresario. En la casa grande, algunos empiezan a notar el extraño comportamiento de Begoña: el plan de Jesús está funcionando. Con Andrés definitivamente fuera del balneario, los Merino están cada vez más cerca de concretar el ambicioso proyecto de Gervasio. Gema, leal a Joaquín, guarda silencio y no revela nada a María.

Mientras tanto, Damián engaña a Isidro respecto al asesinato de Valentín, y Jaime, en un acto de sinceridad, se abre con Marta (Marta Belmonte) y le pide a Luz que haga lo mismo con Luis. Isabel, en su propia búsqueda de poder, descubre un secreto crucial que podría permitir a Jesús tomar el control de la empresa. Sin embargo, cuando le cuenta a su jefe que Marta tiene una amante, Fina (Alba Brunet), Jesús la sorprende defendiendo a Marta: “En mi familia no hay invertidos, así que, no sé qué viste, pero debes haberte equivocado”. Isabel, temerosa de provocar la ira de Jesús, baja la cabeza y abandona el despacho en silencio.